Ahí tienen a los supercampeones, posando en la gabarra, tras finalizar una alegre biribilketa.
Clemente fue manteado por sus jugadores pocos minutos después de embarcar en la gabarra.
te y De Andrés se marcaban
una «raspa», tras la que termi-
naban saltando en corro con
Urquiaga, Patxi y Julio Sali-
nas, «Pizo» Gómez..., incan-
sables; verdaderamente in-
cansables los chicos de Cle-
mente.
Endika: «Más de lo que
imaginaba»
La temperatura, tanto me-
teorológica como ambiental,
fue subiendo en la gabarra a
medida que ésta se aproxi-
maba a Bilbao. Hubo unos
momentos de relativa calma,
hasta que la r¡a se estrechó.
Era entonces cuando nos de-
c¡a De Andrés que «al pasar
por Portugalete
se me ha he-
cho un nudo en la garganta y
casi no podía hablar. Me he
emocionado.»
Le recordamos
los Sanfermines al centro-
campista navarro, pero nos
confesó:
«Aquello también
es
la pera, pero esto
es
mucho
más».
Endika, el autor material del
gol al Barcelona en la final de
Copa, se había perdido el reci-
bimiento del año pasado: «Es-
taba
en la mili y no pude
estar
aquí. Creía que era algo gran-
dioso, pero
es
mucho más de
lo que yo imaginaba. Cuando
metí el gol
no sabia
lo que
significaba, ahora
sé
que sig-
nifica la alegría de todo un
pueblo»,
nos dijo Endika
mientras seguía con los bra-
zos en alto, saludando a la
afición:
«No, no me duelen los
brazos; no me pueden doler,
porque de la forma que ani-
man siempre al Athlétic y
se-
gún lo
están
haciendo ahora,
se
lo merecen todo».
A Noriega le preguntamos
si habían valido la pena los
sufrimientos a lo largo de la
temporada:
«ya lo
creo
que sí.
Aunque yo diría que deporti-
vamente no hemos sufrido
tanto; se
ha sufrido también
porque en muchos
campos se
han metido con nosotros, pero
por estar ahora aquí, creo que
todo lo que hayamos sufrido
valía la pena. Es impresionan-
te. Esto
sólo se
puede ver
aquí. Ya no es sólo la afición
del Athlétic, es el pueblo vas-
co».
Temperatura a tope
Tras cruzar bajo el puente
del Ayuntamiento, fue el
«summum». Aurtenetxe no te-
nía palabras para describirlo:
«Vera nuestro pueblo unido de
esta forma, pienso que es algo
que no
se
puede explicar con
palabras»; Para Iríbar,
«todo
esto
es
producto de los que
rodea al Athlétic;
es
indescrip-
tible. Yo creo que es
tema de
un profundo estudio sociológi-
co. Me encuentro sin palabras
para
poder expresar lo que es
esto».
Con los jugadores ya fue
imposible hablar de nada. La
temperatura había alcanzado
su grado álgido, estaba a to-
pe. Vizcaya entera se había
volcado con el Athlétic a ori-
llas del Nervión, y los «leo-
nes» vibraban con la gente,
estaban emocionados, entre-
gados como se entregaron en
Valencia, en San Mamés con-
tra la Real o en el Bernabéu
contra el Barcelona. El ruido
era ensordecedor. Toda la
plantilla se había colocado en
la punta de la gabarra y canta-
ban al unísono el
«Campeo-
nes, campeones, oé,
oé oé»,
pero los gritos del pueblo
eran más fuertes. Desde el
Ayuntamiento a San Antón,
no cabía un ápice ni en los
puentes ni en las márgenes
de la ría. La mujeres traban
efusivos besos a Clemente y
sus chicos. Estaban llenas
hasta las terrazas de los edifi-
La gabarra rojiblanca a su paso por el puente del Ayuntamien-
to.
EL CORREO ESPAÑOL-EL PUEBLO VASCO martes, 8 de mayo de 1984
v
EL NERVION, EN ROJO Y BLANCO
dios colindantes. Aquello era
el «desmadre».
El doctor: «Sacan fuerzas
del alma»
Poco antes de desembar-
car en el Mercado de la Ribe-
ra (junto al puente de San
Antón era imposible hacerlo y
la gabarra hubo de retroce-
der), preguntamos a Angel
Gorostidi, médico del Athlé-
tic, de dónde sacaban fuer-
zas los campeones para
mantener con tanta energía
los brazos en alto:
«Del alma;
sacan fuerzas del alma. Y, a
pesar de que esto sea una
paliza física, hoy no adelga-
zan, hoy engordan de satis-
facción».
Y es que en esos momen-
tos también el doctor estaba
emocionado:
«Este
espec-
táculo
es
capaz de emocionar
al hombre más frío,
al más
calculador. Vamos, es indes-
criptible».
El médico tenía razón. La
única forma de comprenderlo
era viviéndolo en directo. La
palabras se quedan peque-
ñas y no sirven para describir
los sentimientos puestos de
manifiesto ayer por Vizcaya
entera, a lo largo de este re-
monte del Nervión, realizado
por la gabarra del Athlétic,
con los campeones a bordo,
desde El Abra a San Antón.
Vizcaya entera estaba ayer en la ría. Tensa, entusias-
mada, vibrando alunísono con la melodía de los alirones
que repetían en el txistu su agridulce alfabeto.
Era como un canto de amor a orillas del Nervión, como
una latitud de sangre y nieve avanzando con fuerza hacia
las piedras venerables de San Antón, clave germinal de
nuestro civismo y nuestra idiosincrasia.
Era un continuo sonar de sirenas atravesando los
pequeños infinitos de nuestras montañas mientras trans-
migraban las gaviotas y estallaban los cohetes sobre las
cabezas de miles de personas revestidas de los dos
colores fundamentales que desde la Cruz de San Andrés
pasaron a ser símbolo y bandera de la villa y sus barcos.
Allí estaba toda Vizcaya: la oficina, la fábrica, la tienda,
el hierro y el arado.
La curva de una quilla de antaño trasladó carbón y
mineral de hierro, ayer se convirtió en altar donde unos
mozos de la tierra y sus rectores firmaban la dedicatoria de
una primavera doblemente bilbaína.
Estaban todos. Los futbolistas y sus seguidores, el
deporte y el pueblo, la luz del ayer triunfante y del mañana
esperanzado. Sobre las tablas restauradas de la gabarra
se imponía la catarsis, el fuego depurador, la espuma y el
olvido.
Hemos desmesurado un tanto la realidad de un deporte
-el fútbol- y los gestos extemporáneos de algún que otro
mercenario iracundo que no puede conocer ni orgullos
regionales, ni romanticismos deportivos, ni amor a unos
colores.
Pero no. Es hora de que pasemos por alto desmanes y
tonterías. Aquí lo que queremos decir es que Vizcaya
entera estaba ayer en la ría, revestida de feria y ceremonia,
sólo para un canto de amor y de esperanza, de esfuerzo y
de futuro.
Aún diremos más: se empezó el itinerario en el muelle
de Las Arenas, justo frente a la casa donde vivió feliz el más
grande poeta de Cataluña, el inconmenc^rable Juan Mara-
vall que vino a nuestra tierra a confirmar la limpidez de su
alma mirándose en los ojos de una dama, al par que se
sentía engranaje de nuestro hacer fáustico y tenaz, lúdico
y amoroso.
En eso tenemos que insistir. En la limpidez de una tierra
hermana -Cataluña- nacida como nuestra tierra del es-
fuerzo y la quimera, la honradez y la devoción a las cosas
del propio terruño.
El fútbol dejaría de ser un deporte respetable en el
mismo momento en que su actividad sirviese para levantar
murallas infranqueables y absurdas. No pueden existir
nunca. Cataluña ha sido, es y será una tierra tenaz y
generosa, solidaria y acogedora, donde el deporte sólo
puede rubricar el testimonio de una trayectoria competiti-
va, corolario de un lógico deseo de días y meses y años de
trabajo para ocupar, en todo, los puestos de vanguardia.
En eso coincidimos muchos pueblos y por eso debemos
respetarnos más cada d¡a. Olvidando los restos y las
formas desabridas y violentas de quienes -hay que decirlo
de forma clara y contundente- no representan a nada ni a
nadie.
Imagínese el lector lo triste que hubiese quedado la
tarde de ayer si sobre el maderamen de la cubierta de la
gabarra hubiesen pretendido representar a nuestro Athlé-
tic unos futbolistas nacidos y formados en latitudes leja-
nas, ajenos por completo a nuestra manera de ser y a
nuestra idiosincrasia. En el Athlétic de ayer, victorioso y
heroico, o en el Athlétic de otras jornadas en las que se dio
la derrota que impusieron su mejor técnica equipos más
cualificados, no han cabido ni caben mozos indígenas o
fundidos en el crisol bilbaíno para ser aclamados por miles
de niños que precisamente en ese día estrenaron sus
camisetas rojiblancas, soñando con poder llevarlas algún
día para defender al club de sus amores.
No deja de ser todo ello un enfoque particular sobre lo
que debe ser el deporte. Enfoque que no es exclusiva
vizcaína, pues participan del mismo otros pueblos. El día de
la final de la Copa del Rey, sin ir más lejos, se dio, en el
estadio Santiago Bernabéu, un hecho elocuente que habla
por sí solo en favor de una política deportiva. Nada más
señalar el colegiado Franco Martínez el final de la contien-
da hubo un futbolista del F. C. Barcelona, el extremo
derecha, Carrasco, que se apresuró a felicitar a los vence-
dores de la contienda, a la par que otros daban comienzo
a la vergonzosa tangana. Pensemos en ello. El extremo
derecha, Carrasco, es un producto típico de la cantera
catalana. En ella se formó, para terminar defendiendo al
ciub cuyos colores siempre soñó llevar.
¡Lástima que el desaire iracundo de los extranjeros que
no sa 'en perder haya empalidecido la elegancia de este
Carrasco que tiene méritos más que sobrados para disfru-
tar las mieles, las espumas y los cohetes de una gabarra
como la que Gyer midió el Nervión desde el Rompeolas a
San Antón!
CLAMOR SIN RENCORES
Manuel Llano Gorostiza
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De Andrés: «Se me ha hecho un nudo en la
garganta al pasar Portugalete»
Noriega: «Ya no es sólo la afición del Athlétic; es
el pueblo vasco entero»
Iribar: «Esto es tema para un estudio sociológico»
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