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Vincent Poirier | Pívot del Baskonia

Así son los impresionantes tatuajes de Vincent Poirier: La familia a flor de piel

Vincent Poirier, tipo duro en la cancha, es cercano y sentimental fuera de ella. Accesible. Bromista. Un punto tímido muy bien disimulado. Como cualquier otro hombre de 25 años. Sucede con los deportistas de éxito que se olvida la edad que tiene -quizá porque dejan de serlo antes de llegar a ser adultos-, que en sus vidas hay tantas victorias como derrotas, algunas irremediables. Viven rápido, todo llega pronto. A veces demasiado. Para no olvidar nunca nada, el pívot francés del Baskonia usa su cuerpo como un lienzo en el que su familia es la gran protagonista. «El cuello es la única zona en la que no me tatuaría nada. Duele demasiado».

SERGIO EGUIA
IGOR AIZPURU (fotografía)
CARLOS BLÁZQUEZ (vídeos)

«Mi primer deber es hacer que mi padre se sienta orgulloso»

Es lo que se lee en el interior de su antebrazo izquierdo. «Es el primer tatuaje que me hice. Fue al morir mi padre hace seis años. Es el más importante». Hace una pausa y cambia de inmediato de tema. «Este otro es por mi hermano y también tengo las iniciales de mi madre». Luego señala más abajo a una dama con la balanza de la justicia. «Es la representación de mi madre». Poirier que no sabe cuantos tatuajes tiene en total, «hace tiempo que dejé de contarlos», sí que guarda una razón para cada uno de ellos. «No sé cuál será el próximo o cuantos me acabaré haciendo, pero cada uno tiene una razón muy importante».

La llave de la vida

Son varios los dibujos de inspiración egipcia que adornan la piel de Poirier. «Esta anj, que es la llave entre la vida y la muerte, es uno de mis favoritos. Justo debajo está la fecha de la muerte de mi padre. Es de los que más me gustan», señala. La cruz ansada corona el hombro de su brazo izquierdo. «Hay tatuajes realizado por tres personas en este brazo. No me acababa de convencer cómo quedaba y fui cambiando de artista», reconoce. Para el brazo derecho optó por las manos de SuggaMaya. Ella es la que ha grabado toda su piel desde entonces.

Una ventana al más allá

Seguramente es el más espectacular de todos los tatuajes de Vincet Poirier. Con permiso de la obra de arte que luce en el pecho, claro. Una calavera y la vidriera de una iglesia. Composición sencilla con mucho fondo. «La primera vez que fui a una iglesia fue en un funeral, para mí siempre ha estado ligada a la muerte y de ese recuerdo surge toda la idea». En los diseños, el deportista expone lo que le ronda la cabeza y junto a la artista le van dando forma. La confianza es absoluta. «Por eso le dejé poner su inicial en el brazo. Todo era obra suya así que era normal firmarlo». De hecho, Poirier lleva varias letras en sus brazos. Las iniciales de su madre en el derecho. Y una gran P en el de izquierdo. «La gente cree que es por Piwie, mi perro, pero no es verdad». Es la P de Poirier.

Honor y felicidad

En la cara interior del bíceps derecho se puede ver una larga espada que acaba entrando en su cuerpo. «Es un símbolo de honor. De ser fiel a las ideas de pelear con honor». A fin de cuentas, el deporte tiene mucho de batalla y es importante hacerlo según las normas. Luego, el brazo se completa con «más rollos egipcios», dice el de Clamart. Con 213 centímetros de altura, sus brazos dan para muchas cosas. Sobre el escarabajo luce un gigantesco diamante. «Representa la suerte y la fuerza. En mi vida he tenido que ser muy fuerte», recuerda. Ya en la muñeca, aparece uno de los últimos tatuajes que se ha hecho. 'Happiness' se puede leer. «Soy una persona muy feliz y por eso me lo hice. La vida hay que saber entenderla para ser feliz. Yo me siento feliz en este momento».

El paso del tiempo

En el pecho, la obra más grande de los decenas de detalles que adornan su cuerpo. «Se trata de un demonio (o un ángel, quién sabe) que está sobre un reloj azotado por el viento. Significa que por mucho que pase el tiempo, lo malo del la vida siempre estará presente». Y una confesión, los retorcidos cuernos que luce la cara de mujer no son por Aker y el Baskonia. «Es por otro motivo, pero en el futuro también me ayudarán a recordar los años de Vitoria. Suelo colocar algo de cada lugar en el que estoy. Tengo una pequeña torre Eifel de mi paso por París». A fin de cuentas, los tatuajes son una forma de contar lo vivido. «Los deportistas salimos mucho por la tele y creo que tatuarnos es una forma de expresar quién somos, de contar nuestra vida. También moda. Cosas de jóvenes. No sé. ¿De intimidar? No creo, pero es verdad que cuando era pequeño y veía gente tatuada pensaba: 'Un asesino'».

Créditos

Entrevistas:
Sergio Eguia
Fotografía:
Igor Aizpuru
Vídeos:
Carlos Blázquez