8 de marzo

Seis mujeres a la vanguardia

Media docena de protagonistas de vidas excepcionales nos las cuentan en primera persona. Conoce las historias de la primera registradora de la propiedad de Euskadi, de la mujer con más años cotizados a la Seguridad Social, de una madre de acogida pionera, de una youtuber con productora propia, de una víctima de violencia de género que desnuda su experiencia en las aulas y de una atleta paralímpica que dio un giro a su existencia tras sufrir un accidente laboral

Begoña Ruiz Alutiz

Primera registradora de la propiedad de Euskadi

«Preparé las oposiciones en año y medio; estudiaba trece horas al día»

:: Yolanda Veiga

Begoña Ruiz Alutiz (57 años) ha sacrificado muchas horas de ocio, algunas de sueño, el año sabático que había planificado en Australia... y también los domingos libres. Fueron exactamente 79 domingos los que empleó, porque solo tardó dieciocho meses en sacarse la oposición, «el mismo tiempo que Rajoy». Corría 1984, tenía 24 años y se convirtió en la primera registradora de la propiedad de Euskadi.

Begoña Ruiz Alutiz

«No había plazas en el País Vasco, así que elegí el destino más cercano, Castrojeriz, un pueblo de Burgos de 700 habitantes. Desde el despacho veía pasar las ovejas y la gente venía al Registro en tractor», recuerda. «Ahora habrá cambiado mucho, lo habrán urbanizado, porque pasa por allí el Camino de Santiago». Cuenta Begoña que estuvo «feliz» cuatro años viviendo en una pensión porque alquiló un piso «nuevo, a estrenar», pero al cabo de una semana se le inundó y tuvo que abandonarlo.

Begoña era en aquellos ilusionantes inicios una mujer joven en una profesión mayoritariamente masculina. Y encontró algunas resistencias. «En Castrojeriz no lo viví porque trabajaba con mujeres principalmente, pero en otros registros llegué a tener oficiales hombres de 50 o 60 años a los que tenía que decirles: ‘Esto no hay que hacerlo así, hazlo de esta otra manera’. Fue complicado porque ellos no asimilaban bien que una cría les diera órdenes. Dicen que las mujeres somos más duras, pero es que tenemos que serlo, dejar claro desde el primer día quién manda».

Después de Castrojeriz, un año en Llanes (Asturias) –«en el segundo destino tienes que estar al menos doce meses»– y vuelta a casa, a Euskadi: 17 años «encantada» en Balmaseda y, desde hace 14, igualmente en Azpeitia.

No todos los registradores de la propiedad son señores serios con bigote. De hecho, cada vez hay más mujeres. «Cuando empecé a trabajar en el País Vasco éramos solo dos mujeres de un total de 45 registradores en toda la comunidad, pero en la última promoción el 80% eran chicas». Cuando ella hizo los exámenes en Madrid se presentaron en torno a un millar de candidatos para cincuenta plazas. Lo que da una idea de lo cotizado del puesto y de la dificultad de lograrlo. «Era una oposición de élite, pero la de abogado del Estado era todavía más difícil», reconoce Begoña.

Y pasa a explicar el plan de estudio que aplicó para sacarse en año y medio una oposición que se tarda una media de cinco años en preparar: trece horas al día de estudio, seis días a la semana, desde las nueve hasta las dos de la madrugada, con cortos intervalos de reposo. «Quise probar con una oposición fuerte. Pensé que si me iba mal ya tendría tiempo de rebajar el nivel. Así que me dediqué solo a estudiar. Descansaba únicamente los sábados porque no puedes descansar más. Ni irte a esquiar, o de vacaciones, o salir de noche...».

Salía poco, casi solo a correr, una rutina que le ayudaba a concentrarse. «Adelgacé 8 kilos, tenía unas ojeras...» Todo a una carta, los cuatro exámenes –dos orales y dos escritos– de la oposición. Tras una pequeña duda con la tercera prueba, tuvo más o menos claro que entraba. «Fui a consultar la nota temblando. La hacían pública por la tarde, recuerdo que antes me metí en el cine a ver ‘Los Santos Inocentes’». La ha vuelto a ver (la película), ya sin los nervios de entonces. «Cuando supe que había aprobado me sentí como en una nube».

Obtuvo el número 25 de 50. El orden lo marca la nota y Begoña siempre las tuvo de sobresaliente, matrícula de honor en la Universidad. Estudió abogado economista en Deusto, «lo que hoy se llama Derecho Económico», aunque el Bachillerato lo había hecho por Ciencias. «De pequeña quería ser ginecóloga, no me preguntes por qué». Sin antecedentes de registradores de la propiedad en la familia, solo un padre abogado de empresa, Begoña dio el salto.

No le siguen los pasos en casa porque su hija ha estudiado Administración y Dirección de Empresas. «No le he animado a que se haga registradora porque es mucha exigencia». Ella lleva ‘sometida’ a esa exigencia treinta y tres años, los que suma en el oficio. «Tenemos que estar estudiando permanentemente porque la legislación cambia». No será porque a ella le falte costumbre.