El partido

Un zurdazo para la historia


Los jugadores se funden en un abrazo cerca de las gradas, mientras la afición festeja el gol de Endika / EC

Con la firma de Endika

El Athletic desarrolló un fútbol efectivo y contundente, mostró más ansias de triunfo que el Barca, disputó cada balón y marcó su gol a los 13 minutos. Endika entra en la historia por la puerta grande.


El Athletic despejó el camino hacia el título en el minuto 13. Clemente empezó jugando un 'pressing' arrasador. El centro del campo azulgrana se desesperaba: Menotti había organizado la final con Schuster como organizador del juego desde atrás y Maradona en punta. Pero el astro argentino apenas si pudo brillar. Antes del primer cuarto de hora, el Athlétic se veía ya campeón. En el minuto 12, la defensa del Barça despeja un balón que sale por la línea de meta. Argote se va a la esquina izquierda a botar el córner. Golpea defectuosamente el balón, que vuelve al extremo rojiblanco quien, con la derecha, bombea la pelota al segundo palo. Endika controla muy hábilmente con el pecho y bate con la izquierda a Urruti, muy cerca del poste. Un gran gol; un gol que vale un título. La afición soñaba con el triunfo de la mano de Sarabia, Argote o Dani, el capián. Pero es el extremo de Sopela quien va a pasar a la historia como el hombre de la final. El zurdazo le convirtió en un icono.

No es ninguna sorpresa; le ha cogido la medida a este Barcelona plagado de estrellas. En la Supercopa, cuando los rojiblancos vencieron en el Nou Camp, también fue el autor del gol del triunfo. Igual que tres temporadas antes, cuando firmó el gol de la victoria del Athletic en el estadio blaugrana en la Liga. Las 50.000 gargantas rojiblancas piden "más y mucho más", pero Clemente manda retrasar ligeramente el 'pressing' y se decide a esperar a los culés. El Barcelona se pasa todo el partido sin reaccionar. Se limitan a practicar un juego de salón, de pase corto, de paredes sin sentido, de escasísima profundidad, basándolo todo en sus individualidades. Tampoco es el día de Carrasco, Schuster y Maradona. Goikoetxea y Liceranzu frenan bien todos los ataques del Barça. Confían en algunos de los muchos balones parados que lanzan, en las faltas que Franco Martínez no cesa de señalar por derribos -unos verdaderos y otros fingidos- de los atacantes. Clemente se da cuenta de que el rival está muerto y no tiene fuerzas; lo más inteligente es esperarlo atrás y buscar el segundo gol de contragolpe.