Valentín Rodríguez Manero
Carnicero (93)
Una vida con la familia como eje
La muerte de nuestro padre ha sido un duro golpe que nadie esperaba, tal era su vitalidad hasta ese último día aciago. Su pérdida nos deja sin la viga maestra porque nuestro padre era un hombre que vivía por y para la familia. En 1963 cambió el taxi que conducía para abrir la carnicería de Iberluze, que hoy regentamos Garbiñe y Maite. Recogimos así el testigo de quien estuvo al pie del trabajo hasta que la jubilación le obligó a pasar a una segunda actividad, ayudándonos en todo lo que necesitábamos. Ahora, con motivo de su muerte, nos damos cuenta de la gran cantidad de personas a las que aita hizo un favor. Él no daba importancia a aquellos gestos porque siempre fue generoso. Lo hacía y punto, sin necesidad de estar recordándolo. Era un hombre honesto, trabajador y honrado. Cualidades que caracterizan a la buena gente. Era profundamente hogareño. Su mundo empezaba y terminaba en la familia, dedicando cada rato libre a estar pendiente de cada uno de nosotros por si podía ayudar en algo. Las tardes de los sábados eran jornadas de chocolate o merengue. Siempre con una sonrisa en la boca y las mejillas sonrosadas. Su imagen, incluso para quien no lo conocía, irradiaba ternura. Ama, Garbiñe Zarandona, y él eran casi una sola persona porque vivían el uno para el otro. Valentín aprendió con él a leer y hacer cálculos de álgebra. A nosotras nos ayudaba en nuestros deberes, con la paciencia de un santo. Para él, su familia era oro molido y él para nosotros, un tesoro.