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Juan A. Capanaga 'Antón'

Delineante proyectista (86)

De Rekaldeberri jolín

Era el año 1977, yo tenía 16 años, mi aita, Antón, 44. Jugábamos fuera de San Mamés y allí estábamos los dos. Nos fue muy bien en el primer tiempo, ganábamos 0-2. Pero en el segundo acabamos perdiendo 3-2. En la portería del Athletic, Iríbar, el Txopo, qué decir de él, un mito. Iríbar tenía 34 años, un chaval. Me llamaron la atención los cánticos de parte de la grada dirigidos a él al final del partido: viejo, retírate ya, estás acabado…. Aquel día aprendí algo que siempre recordaré: no respetamos a los mayores. Ellos lo son por una sencilla y única razón: nacieron antes. Y uno no elige cuándo nace. Pero ser mayor no está bien visto. Mi aita ha fallecido con 86 años en Bilbao. Esta generación nació con una guerra de balas y se ha ido producto de una guerra invisible, sin hacer ruido, con discreción y en soledad. Una generación que como mi aita fue trabajadora, sacrificada y siempre dispuesta. Soportaron una guerra, una postguerra, mucha hambre, una dictadura y una crisis económica que les duró toda la vida. Y al mismo tiempo criaron y acompañaron a hijos, nietos, biznietos y cuando hacía falta a los hijos de los vecinos. Nuestra sociedad les ha fallado. Necesitamos aprender de lo que ha pasado y cambiar el concepto de atención, cuidados, respeto y consideración a las personas de edad. Se lo debemos. Y un recuerdo también para quienes que sin ser ‘tan mayores’ también nos han dejado. Para los profesionales un millón de gracias y un millón de días de aplausos.