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José Ibarra Monasterio

Jubilado (91)

Un homenaje a un hombre valiente: aitatxu

Recuerdo esos momentos maravillosos de mi infancia cuando íbamos a Mundaka a pasar el día cogiendo mejillones y chirlas. Luego comíamos la deliciosa comida de ama en algún rincón. Aita siempre me daba buenos consejos, decía que yo era impulsiva y confiada. Cuando murió su hijo, ama se derrumbó y aita la cuidó. Eso le dio fuerzas. Cuando entraron en la resi ama revivió y aita se relajó. Fue duro verle perder su independencia y movilidad, pero nunca se quejaba. Era luchador y decía que tomada una decisión hay que seguir para delante con ella. Nos quiso mucho. Cuando nació su nieto iba todos los días a verle con la cara iluminada de felicidad. Cuando ama murió en noviembre, llorábamos juntos hablando de ella. Eran momentos de tristeza y sanadores. Sabíamos que ama estaba bien con su hijo. En abril aita contrajo Covid-19 y luchó hasta el final. Decía que no quería irse y dejarme sola, demostrándome un amor que siempre le agradeceré. Me reconforta saber que se fue en paz y tranquilo. Yo aún estoy en Londres, cuando vaya a Bilbo recogeré sus cenizas y las pondré con ama y su hijo, en Gamiz. Gracias a Dios pude despedirme de él por videollamada. Me miraba fijamente con la máscara de oxígeno, le dije lo mucho que le quería y que era un verdadero campeón. Donde quiera que estés aita, sé que me estás cuidando desde un lugar mucho mejor, reunido con ama y Jose, hasta que sea mi momento. Amén. En homenaje a un hombre valiente y un gran ser humano.