Esperanza Martínez
Ama de casa (92)
Gracias por no cansarte nunca de luchar
Querida mamá, que gran ejemplo has sido para todos nosotros. No paraste de enseñarnos lecciones hasta el último día. Como esa de que cada uno puede tener la edad que quiera. Para ti nunca dejaste de tener 42 años y, aunque te mirara extrañada cada vez que lo comentabas, me gustaba oírtelo decir. A todos nos hacía gracia. Tenías esa capacidad de hacerte querer que ¡hasta las vacas que pastoreaste en tu Galicia natal te cogieron cariño! Como tus nietos y biznietos, esos que a veces te hacían rabiar, pero que solo querían jugar contigo. Espero que de ti aprendan las ganas de pelear siempre en cualquier circunstancia. Después de la maldita Guerra Civil, ya instalada en Ermua, te tocó afrontar la batalla más cruel de todas: la pérdida de tus seres queridos. Fuiste capaz de soportar algo por lo que ninguna madre debería pasar. La muerte de uno de tus seis hijos te hizo más fuerte para afrontar lo que te venía. Mientras luchabas contra un ictus, la vida de tu marido se apagaba a unos metros de ti. El mismo al que cuidaste mejor que nadie mientras el dichoso Alzheimer le atacaba. Vuestra despedida en el hospital fue la escena de amor más bonita que veré en mi vida. Puro sentimiento entre besos y te quieros. La vida no ha sido justa contigo. Con todo lo que te has desvivido y peleado por nosotros, y no pudimos despedirte como merecías. Te debemos muchas cosas y trataremos de devolvértelas demostrando todo lo que hemos aprendido de ti. Seguimos luchando, como tantas veces hiciste tú.