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Antonio Murillo Alfaro

Especialista en AESA (89)

Un guerrero de lo más goloso

Mi padre fue un hombre bueno y trabajador. Ya desde muy niño sufrió la Guerra Civil, huyendo con su familia desde su Fuente Ovejuna natal. No mantenía un buen recuerdo de esa época. Escaparon a Jaén y a otros pueblos de Córdoba como Conquista, donde nació María, su hermana pequeña. Después de un largo viaje se asentaron en Barakaldo, donde trabajó en los Astilleros Españoles y conoció a su mujer en el baile de Lasesarre. Con ella formó una familia con dos hijos. Barakaldo, en definitiva, fue su vida. Tomaba sus chiquitos con los colegas del trabajo, daba largos paseos por Guernikako Arbola, etcétera. Le encantaba el café, los churros y el bollo de mantequilla ¡Era un goloso! Supongo que provenir de una familia de pasteleros tuvo algo que ver. Una de las grandes frustraciones fue no haber podido estudiar cuando era pequeño. Por ello, siempre quiso darnos unos estudios a mi hermano y a mí. Es algo que tuvo muy presente mientras vivió. En los últimos años, su carácter empeoró debido a su enfermedad y la soledad le acompañó en la habitación de una residencia donde un virus le atacó de lleno. Se fue sin despedirse y sin el contacto físico de sus familiares. Padre, estamos envueltos en un duelo de frustraciones por no poder acompañarte durante tus últimos momentos. El dolor permanece y lo hará durante mucho tiempo. No tuviste una muerte digna. Te fuiste en medio de unas circunstancias muy difíciles, pero tu presencia permanecerá con nosotros. Te querremos siempre. D.E.P.