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Rosalía Ribera

Ama de casa (82)

Incansable, hospitalaria y generosa

Corría el año 1972. Recién licenciado fui por primera vez con mi entonces novia a su pueblo natal, Pesquera de Duero. Tras un interminable viaje de 11 horas, trasbordo tras trasbordo, encontré un paisaje y unas gentes totalmente diferentes a lo que yo conocía, pero no por eso dejaban de ser auténticamente extraordinarias. Desde la humildad y la amabilidad te lo daban todo. Rosalía, la que ha sido mi suegra, solo con respirar sabía lo que necesitabas. Recuerdo, entre otros miles de casos, que le comenté a mi novia María: «¿Hay un poco de queso?» –para rematar la comida que estábamos haciendo–. «¿Cuál dices majo?», me preguntó. «Nada, nada», le contesté. «Ahora mismo te traigo», me dijo. Y despertó a la del ultramarinos de la siesta. Ahí se ve un poco la calidad humana de esta persona. Cuando ya no tienes nada, no vales nada; no eres nada. Tras un paréntesis de 35 años, hace unos 10 aproximadamente tuvieron que venir definitivamente a vivir a Vitoria, pues sus cuatro hijas están aquí. Los últimos siete han vivido con su hija y conmigo. Mi suegro murió en 2016 de alzheimer. Circunstancialmente, en estos días, Rosalía estaba ingresada. Quedó parapléjica en el año 2015. Queremos hacer una mención especial a su médica de cabecera, Jacinta Hernández. Si todos fuesémos como ella, el mundo sería muchísimo mejor.  Pesquera de Duero entero llora su desaparición. Roberto y Rosalía, goian bego.