Ramón Rodríguez
Carpintero (90)
Nuestro viaje queda pendiente, aita
Mi aita era un luchador inalcanzable. A pesar de que tenía ictus y 90 años, nunca se rindió. Era muy activo, le encantaba caminar y, pese a las dificultades, él solo subía las escaleras sin ayuda. Era un hombre fuerte y vivaz, le encantaba el monte, la playa, dar paseos; nunca paraba quieto. Además era muy cariñoso, siempre nos brindó su apoyo incondicional. También era muy trabajador. Fue carpintero y a lo largo de su vida talló incontables figuras y objetos. Hasta llegó a hacer una barca. Pero, sobre todo, labró una vida de alegría para su familia y una sólida relación con mi hijo de 19 años. Eran íntimos amigos, muy cercanos y siempre se expresaron su amor de diferentes formas. Tenía ‘morriña’ porque nació en Galicia y, aunque ya no le quedaba nadie muy cercano allá, yo tenía la ilusión de ir con él de paseo para que se despidiera de la tierra que lo vio nacer. Pero, por varias dificultades, como hacer un viaje tan largo con él en coche, no pudimos hacerlo. Y esta pandemia se lo ha llevado de forma precipitada y, lamentablemente, ni siquiera pudimos despedirnos de él. Por eso, ese viaje queda pendiente, y algún día lo haré por los dos. Vivir su pérdida ha sido terrible. No poder despedirme de él y pasar el duelo encerrada ha sido muy duro y triste. Necesitaba, al menos, salir, despejarme y dar un paseo, como él lo hizo siempre que pudo. Pero, cuando todo esto termine, le haremos un misa para despedirlo como él merece. Te quiero, aita. Por siempre estarás en mi corazón.