Manuela Muñoz Ortiz
Ama de casa (95)
Ama, nos dejas un vacío inexplicable
La pandemia nos ha arrebatado de forma traicionera a nuestra madre. Y lo que más nos duele es no haber podido despedirnos de ella, solo pudimos verla por una videollamada. Eso, la vimos de forma virtual. En ese momento, parecía que era inalcanzable o que estaba muy lejos; pero estaba en su residencia, a unos pocos kilómetros de distancia, y solo nos separaban las restricciones impuestas por el coronavirus. No despedirnos de ella nos dejó un vacío inexplicable. Ahora, una parte de nuestras vidas ha quedado inconclusa, y nunca terminará de escribirse. Nos faltó acariciarla, besarla y abrazarla en sus últimos días de vida. Y el dolor es todavía más grande porque tampoco pudimos estar juntos, en familia, en un momento tan dramático como la despedida de un ser amado. Todo eso nos ha impedido esta pandemia. Pero lo que nunca nos podrá arrebatar el puñetero virus es su memoria. Nunca podrá borrar los recuerdos de la mujer más valiente de nuestras vidas. Era luchadora y al mismo tiempo alegre. Nos enseñó que la vida hay que tomarla como viene, a sobrellevar los contratiempos con fuerza y entusiasmo. Siempre estuvo dispuesta a tender una mano, con la mayor honestidad, que era reflejada en su mirada. Esa misma mirada fue su mayor aliada en sus últimos años; aún sin poder hablar, le bastaba para transmitirnos sus sentimientos más profundos y para abrirnos su corazón. Esa misma mirada tierna, de la que todo mundo se enamoraba. Te queremos, Ama. Siempre estarás en nuestros corazones.