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Lauren López de Vicuña

Conductor (74)

Aita, vuela alto y no mires hacia atrás

En septiembre de 2019 una llamada de ama cambió nuestras vidas para siempre. Mi aita se había caído y el diagnóstico señaló una lesión en el cerebro con rotura craneal. Esa noticia fue desgarradora. A partir de ahí, estuvimos siete meses sin separarnos de ti, aita. Juntos compartimos momentos de lucidez que se empañaban al mezclarse recuerdos y realidades en tu cabeza. Pero cualquier pequeño avance era una gran victoria. El 7 de abril nos dijeron que ya no podrías volver a andar. A pesar de lo tristes que estábamos, con ilusión, empezamos a preparar todo para tu regreso a casa y cuidarte como siempre lo hiciste con nosotros. Pero ese día fue también el último que pudimos abrazarte. Con mucho dolor, te dejamos solo en Leza, para protegerte del virus. Después, nuestro único contacto eran esa llamadas diarias que esperábamos ansiosos. En tus últimos días el virus te alcanzó, y no pudiste librarte de él. El 20 de abril te trasladaron a Txagorritxu y allí luchaste cuatro días, hasta que nos dijeron que te habías ido solo, en la habitación, en silencio, sin nosotros... Lo que más nos apena es no haber podido despedirte, aita. Ojalá hubiéramos podido cogerte de la mano y decirte, antes de tu partida, que vueles muy alto y no mires hacia atrás. Corre ahora que puedes, haz lo que tu cuerpo no te permitió en tu camino final. Estaremos bien y te echaremos mucho de menos. Busca un lugar cómodo, porque, cuando nos toque, te daremos esos besos y abrazos que quedaron pendientes, y volveremos a reír juntos.