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José Luis Ruiz Navarro

Mecánico

Siempre nos quedará tu sonrisa

Te fuiste en silencio sin quejas ni reproches, después de tantos días luchando en soledad. Nunca olvidaré la luz y la emoción de tu mirada al verme. No pudimos hacerte tu tan merecida despedida, no hubo abrazos, lágrimas, besos ni duelos compartidos, pero sí mil llamadas y sentidos mensajes. En cada frase de apoyo y de recuerdo recibimos el cariño, la admiración, el agradecimiento y la huella que dejaste. Has sido un padre, abuelo y suegro maravilloso. Siempre hemos sentido tu apoyo, tu ayuda incondicional, tu cariño desbordante, tu alegría y tu bondad. Vitoriano de nacimiento has dejado una profunda huella en todos los que han compartido tu vida, ellos también han sentido tu humanidad y afecto. Tu sonrisa y el brillo de tus ojos les acompañará siempre. Has sido un hombre solidario: te recordaremos ayudando en Cáritas, en la iglesia, llevando enfermos a Lourdes, en la procesión de los faroles, peleando por todo lo que considerabas justo. No sabías euskara, pero cuánto te hubiera gustado. Eras el mayor euskaltzale que conozco, amabas nuestro folclore, la pelota, el Herri kirola... Te enorgullecía decir que habías bailado el aurresku en Roma, ante el Papa. Abertzale comprometido, y luchador incansable, curioso y preocupado por lo que sucedía a tu alrededor. Mis ojos se empañarán al pensar en ti y aflorará una sonrisa dulce al recordarte. Siempre nos quedará tu recuerdo, tu limpia mirada y tu bondad. Agur, aita. Agur, jauna.