Cuando Luis se notó un bulto extraño en el pecho

Un baracaldés de 60 años nos cuenta su experiencia después de que le detectaran hace cuatro años un cáncer de mama, un tumor poco común en hombres

Luis Pino
Luis Pino - 60 años

Luis Pino

60 años

Le diagnosticaron cáncer de mama hace 4 años

:: Marta Madruga

A Luis Pino le detectaron el cáncer hace cuatro años, cuando un día, viendo la televisión con su hijo, se tocó el pecho y detectó un bulto extraño. «En seguida noté que tenía el pezón metido hacia dentro», explica Luis. A partir de ahí todo fue muy rápido. En un par de días tuvo el fatídico diagnóstico: cáncer de mama.

Tan solo dos de cada cien casos de cáncer de pecho se da en hombres. Es poco frecuente, pero real. Suele afectar a hombres de entre 60 y 70 años y debido a la falta e investigación el tumor es más agresivo que en las mujeres. «La medicación no funciona igual en ambos sexos», explica la mujer de Luis, Rita Seoane, quien reivindica la necesidad de visibilizar este tipo cáncer y dedicar más medios para encontrar tratamientos efectivos. «Es importante que los hombres se conciencien de que esto les puede pasar a ellos también y se hagan exploraciones como las mujeres», demanda.

Lo primero que pidió Luis Pino cuando le detectaron el cáncer de mama fue poder irse a Santiago la semana siguiente. Hacia tiempo que había programado ese viaje junto a su mujer. Aunque baracaldés, se reconoce profundamente enamorado de esa tierra y todo lo que brota de ella, como Rita Seoane, la gallega con la que lleva casado 28 años. «¡Vamos todos los años, soy medio gallego!», justifica Luis. «Yo no dejaba de decirle que le operasen primero, que ya nos iríamos de vacaciones, pero me contestó que quería estar allí, por si no salía de la operación y no volvía a Galicia». No se lo pensaron dos veces.

Luis y Rita pudieron irse a Santiago la semana siguiente del diagnóstico y programaron la operación a su vuelta, aunque para Luis más duros que la intervención de casi cuatro horas fueron los cinco meses de quimioterapia. «Había días que me encontraba fatal, con mareos, y ninguna comida me sabía a nada salvo las patatas fritas con mucha sal, y eso que Rita se esforzaba en prepararme mis platos favoritos. El día que se fueron los efectos de la quimio y tomé un vaso de agua, sentía que me había tocado la lotería», recuerda Luis, quien a pesar de la enfermedad y la debilidad se esforzaba por seguir activo con largos paseos cada día.

A sus 60 años Luis Pino sigue con sus paseos diarios, siente algún efecto secundario del tratamiento, pero a pesar de las revisiones periódicas y la medicación lleva una vida normal. El salón está decorado con los retratos que él mismo ha pintado. En ellos, su mujer y su hijo miran sonrientes desde la pared. «Los niños (que por entonces tenían 10 y 19 años) lo llevaron muy bien y nos ayudaron muchísimo», reconoce Rita, quien solo tiene palabras de agradecimiento para las personas que les ayudaron durante el proceso: «Oncología de Cruces, las enfermeras, los doctores de San Eloy, los voluntarios de la Asociación contra el cáncer…», enumera.

–¿Y Rita?

Luis se emociona y le da las gracias a su mujer. «No se lo digo a menudo, porque ahora soy más arisco. Me ha cambiado algo el carácter con la enfermedad. Ves a gente más mayor que está bien y piensas por qué te ha tenido que tocar a ti».

Jorge Olivier - 59 años

Jorge Olivier

59 años

Voluntario de AECC

La visita semanal de Jorge

Hace medio año que Luis cuenta para recuperarse de las secuelas de su enfermedad con el apoyo de Jorge Olivier, un voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer de Bizkaia. Su visita semanal es uno de los momentos más esperados por Luis. Dos horas que pasan muy rápido para el baracaldés, en las que pasean, toman un café o simplemente charlan tranquilamente. «Siempre he pensado que si quieres ayudarte a ti mismo lo mejor es empezar por ayudar a los demás», defiende Jorge quien lleva cuatro años trabajando como voluntario en la AECC.

«Luis es una persona que ama la vida, aunque lo quiera disimular a veces, y cada rato con él me aporta muchísimo», destaca este bilbaíno de 59 años que previamente empezó su labor de acompañamiento en la asociación trabajando en un hospital. Sin embargo siempre quiso hacer visitas a domicilio, porque prefería este trato más cercano con los pacientes. «No somos ni médicos ni especialistas, nuestro trabajo es solo de acompañamiento humano, aunque tengamos conocimiento de la enfermedad», explica Jorge.

Actualmente diez voluntarios trabajan en Bizkaia con la AECC realizando labores de acompañamiento en el domicilio y una veintena trabajan con los enfermos en los hospitales de Basurto y Galdakao. Muchos de ellos han superado un cáncer o han vivido la enfermedad de cerca, aunque en estos casos han de esperar unos años transcurrida la enfermedad antes de poder ejercer como voluntario de acompañamiento.

Para Jorge fue sin embargo, su deseo de ayudar lo que le llevó hasta la AECC y a otras asociaciones con las que colaboró previamente. «Para lograr la objetividad hay que haberse distanciado de la enfermedad, si no nos pondríamos los dos a llorar», justifica. El éxito de la labor de Jorge se refleja en la sonrisa de Luis y de Rita, que esperan cada semana con ganas su visita.