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ARTCIONES HISTÓRICAS. Los veinte primeros años marcan todo lo demás. En ellos, el Guggenheim ha forjado su identidad como museo internacional, especializado en arte contemporáneo pero abierto a otras épocas; como un divulgador de la obra de los clásicos de la modernidad. A esta propuesta, construida dentro del edificio de Gehry, han respondido veinte millones de visitantes
Abre el museo que hará historia
Frank Gehry cumplió los plazos y levantó el prodigio de titanio en cuatro años. La más importante apuesta cultural de Euskadi en las últimas décadas –con una inversión de 140 millones de euros– se convirtió en una ilusionante realidad. Más de 800 personas asistieron a la velada inaugural, donde coincidieron actores como Dennis Hopper, cineastas como Sidney Pollack, Bianca Jagger, la princesa Lee Bouvier –hermana de Jacqueline Kennedy– la baronesa Thyssen, los escultores Magdalena Abakanowicz y Richard Serra; los arquitectos Michael Wilford y Jean Nouvel... Las autoridades recordaron al ertzaina Txema Aguirre, asesinado seis días antes por miembros de ETA que preparaban un atentado contra el rey.
Récord de visitantes
Primera gran muestra temporal: 500 piezas de arte chino, con jades, bronces, gres y porcelana, escultura, pintura y caligrafía. Fue un año también marcado por la exposición de Cristina Iglesias, primer artista vasco en exponer en el Guggenheim, que presentó sus celosías y sus relieves con motivos de hojarasca. Los visitantes rozaron la cifra de los 1,3 millones, un récord histórico aún sin superar.
James Bond y las motos
El Guggenheim estaba en boca de todo el mundo, también de los productores de cine con capacidad para llevar a millones de espectadores a las salas. Por esta razón aterrizó Pierce Brosnan en el aeropuerto de Sondika. Se deslizó por la fachada de un edificio de la Alameda de Mazarredo, con el museo al fondo, en una de las escenas más recordadas de ‘El mundo nunca es suficiente’. No fue el único espectáculo del año en el museo, que montó dentro del edificio un enorme ‘scalextric’ diseñado por Frank Gehry para distribuir los 117 vehículos de la muestra ‘el arte de la motocicleta’.
Armani viste el titanio
Armani se mostró cercano y meticuloso en el montaje de su exposición. La inauguración rebosó un glamour irrepetible. Estuvieron Pedro Almodóvar y Hubert de Givenchy, entre otros muchos. Ese año expusieron los artistas vascos Leopoldo Ferrán y Agustina Otero, Francisco Ruiz de Infante, Mabi Revuelta, Javier Pérez y Gabriel Díaz.
Llega la ‘Mamá’ de Bourgeois
Como si fuera el reverso inquietante del ‘Puppy’, la araña titulada ‘Mamá’ de la artista Louise Bourgeois quedó instalada en la cara del museo que mira a la ría. Con nueve metros de altura, está inspirada en la madre de la artista estadounidense de origen francés.
Exportando el efecto a Río
Muchas ciudades quisieron imitar al Guggenheim en la búsqueda del éxito inmediato. Unas de las primeras y más sólidas candidatas fue Río de Janeiro. Contó con un proyecto de Jean Nouvel, en parte bajo el agua del mar. Pero no salió adelante.
Motor económico
El Gobierno vasco publica el primer estudio sobre el impacto económico del museo. En sus primeros cinco años de andadura aportó 817 millones de euros al Producto Interior Bruto (PIB) del País Vasco y unos ingresos fiscales de otros 143,5 millones. Más de 4.000 empleos estaban relacionados con su actividad.
Por fin Oteiza
«Es un auténtico culebrón, algo propio de Disney, antivasco totalmente, y que acarreará gravísimos daños», bufó el artista contra el Guggenheim en 1992. Luego firmaron las paces. Murió en 2003 y, después de negociar con su fundación, el museo consiguió abrir una muestra de Oteiza con 140 piezas, entre ellas dibujos y collages inéditos.
Un espacio para Serra
Un complejo sistema de transporte y colocación precedió a la muestra de las siete esculturas colosales de Richard Serra en el Guggenheim, que se unieron a la ya instalada ‘Serpiente’. Desde entonces se mantienen en la sala Fish. El conjunto costó 15 millones de euros.
La revolución rusa
Fue entonces la más completa muestra de arte ruso reunida fuera del país, con obras que nunca antes habían salido de sus fronteras. Se trataba de 275 objetos que, además de mostrar la evolución de la pintura rusa desde el siglo XIII, reflejan su historia.
Así lo contó EL CORREOCy Twombly, la gran compra
El museo compra ‘Discurso sobre Cómodo’, una secuencia de nueve grandes lienzos realizada por el estadounidense Cy Twombly en 1963. Pagó unos 20 millones de euros por ella, la adquisición más cara hasta la fecha, de un artista que continúa revalorizándose.
Así lo contó EL CORREOEl proyecto de Urdaibai
El exdiputado general de Bizkaia José Luis Bilbao anuncia que destinará 100 millones para un Guggenheim centrado en la relación entre arte y naturaleza en Urdaibai. Con ese nuevo equipamiento también quería que los turistas se quedasen más tiempo en Bizkaia. El proyecto encalló.
Así lo contó EL CORREOLos fuegos de Cai Guo-Qiang
Una espectacular instalación de coches por los aires en el atrio, como si hubieran sido explosionados, daba inicio a la exposición del artista chino Cai Guo-Qiang. Dibujos con pólvora y una maraña de zorros disecados, como si estuvieran en movimiento, también formaban parte de la muestra.
Así lo contó EL CORREOBaselitz entra en la colección
La colección Guggenheim está centrada en el arte a partir de 1945, sin más limitaciones. No obstante, sobresale por su riqueza en la creación alemana, con obras de Beuys, Polke, Kiefer y Richter. Dentro de esta estrategia el museo compró los 16 cuadros de ‘La Sra. Lenin y el ruiseñor’ de Georg Baselitz por 4 millones. Por la misma cantidad, el siguiente año adquirió ‘las bolas’ de Anish Kapoor.
El abrazo de Serra y Brancusi
La veneración de Richard Serra hacia la obra de Constantin Brancusi era bien conocida, y se hizo más fuerte cuando visitó al maestro en su taller de París en los años sesenta. A los dos escultores les unía la búsqueda del corte limpio de las formas de sus piezas en el espacio. También habían partido de unos orígenes similares. Brancusi empezó como pastor en los Cárpatos rumanos desde los siete años, y Richard Serra se pagó los estudios trabajando en una acería de San Francisco (Estados Unidos). A través de una treintena de obras por artista, se estableció entre ellos un diálogo, cada uno con sus distintos materiales, mármol o bronce en el caso de Brancusi y acero o caucho en el de Serra.
Así lo contó EL CORREOLos colores de Hockney
Un año con mucho color. Primero con los paisajes y los vídeos que David Hockney presentó en ‘Una visión más amplia’, una de las muestras más populares de la historia del museo. Y luego, con el pionero del arte pop, Claes Oldenburg, divertido e incisivo comentarista de la sociedad actual.
Así lo contó EL CORREOContra la guerra
Una muestra difícil de olvidar. ‘L’art en guerra’ reunió a los integrantes de la menos conocida resistencia contra el nazismo, artistas metidos en campos de exterminio que pintaban a escondidas el horror que estaban viviendo, galeristas que exponían a los creadores perseguidos y a los autores recluidos en manicomios.
Así lo contó EL CORREO‘El reloj’ abre la sala de vídeo
Conscientes de que el videoarte se había convertido en una disciplina muy común dentro del arte contemporáneo, el Guggenheim abrió una sala especial para visionarlos en condiciones óptimas, con tiempo, sentado si uno quiere y sin luz. Inauguró la sala ‘El reloj’ de Christian Marclay, un collage de secuencias de películas clásicas en las que siempre aparece un reloj y que dura 24 horas.
El triunfo de Basquiat
Ya era una estrella cuando falleció en 1988 a los 28 años en su estudio de Manhattan de una sobredosis. Amigo de Warhol y pintor deudor del expresionismo y de los grafitis, sus cuadros alcanzan ahora cifras millonarias. El Guggenheim le dedicó una retrospectiva para recordar y profundizar en esa figura que pintaba las paredes del bajo Manhattan. Una de las muestras que más eco ha tenido y que llenó las salas del museo.
Así lo contó EL CORREOEl alma y las celdas de Bourgeois
Exposición sobre la gran artista de la ‘Mamá’ araña expuesta en el exterior del Guggenheim. Mostró todos sus miedos y obsesiones a través de las ‘celdas’ construidas por la creadora. En su interior, al que no se podía acceder, había objetos en muchos casos procedentes del contexto biográfico de Bourgeois: frascos de perfume, tapices, lámparas, espejos y esferas de cristal, y también esculturas, que a menudo representaban fragmentos del cuerpo humano.
Así lo contó EL CORREO